miércoles, 9 de mayo de 2012

La fábrica desnuda mis huesos. A estas horas, me siento desarmada, casi vencida, ella y yo nos probamos. A las seis de la mañana, con el timbre de ingreso, siento que comenzamos. Yo la pruebo, ella me prueba. Somos resistentes. La fábrica me deja este cansancio, este letargo de músculos y la garganta tomada de tanto aire frío, pero la fábrica no se salva de mí, en sus pasillos quedan mis pasos acelerados por el ritmo laboral, mi risa, cruzada con otras risas parecidas a la mía, mi entrega, mis piernas, mi cuello, la reistencia imparable de mi columna vertebral, mi pelo suelto al final de la tarde.
Las dos nos colmamos, pero a estas horas, ella sigue despierta dentro de su coraza de hormigón, el ronroneo de animal atento, audaz, empedernido. En cambio yo, voy hacia mis otros mundos, mis libros, mis sabores, mis sueños de pocas horas, pero lejos, lejos del animal.

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