martes, 24 de mayo de 2011

martes 24 de mayo, 20011

Me estaba preguntando cuánto mas dolor puede resistir una mujer... cuánto mas dolor puedo resistir yo, que ya lo conozco de antes, que ya experimenté esta sensación de soledad, de abandono, de engaño. Porque ya lloré hasta quedarme con la piel seca, una mancha oscura, morada, alrededor de los ojos, la hinchazón de los párpados por la mañana al levantarme... ya lo viví antes. La pregunta es: ¿por qué vuelvo a permitirlo, porqué no pienso un poquito mas en mi bienestar, en las cosas que quiero para mí, que seguro no son estas?
Quiero un hombre sin miedo al agua, dice uno de mis poemas mas recientes, y no estoy respetando mi propio deseo, porque este hombre por el que estoy sufriendo, no merece precisamente el título de nadador, de oceánico, y eso es lo que yo necesito, un hombre oceánico, capaz de volverme sirena, un hipocampo, fiel a mi sonrisa, a mis mañanas, mis inviernos, un príncipe de acuario, rebelde, tenaz, temerario. Este hombre confundido, esclavo de sus miserias, ojalá se me pierda en la bruma, se me borre su rostro, sus ojos pequeños, su voz, ojalá desaparezca de mi ruta.

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