Miércoles 27 de abril 2011
Hoy, mientras caminaba por la feria del libro, pensaba, si soy yo, o si los demás también hacen lo mismo: eso de caminar sobre la alfombra como quien se levanta de madrugada y no quiere despertar a nadie en la casa. Creo que soy yo, porque, definitivamente, ví a las demás personas moverse con absoluta normalidad. No es que yo no lo hiciera, pero me sorprendí en algunos momentos, caminando con cuidado, prestando atención los demás, tratando de no rozar nada con el bolso o las caderas. Sentí que me iba deslizando entre los libros, sigilosa, deambulando en el país de las palabras, buscando las mas difíciles, cada vez que doblaba en una calle alfombrada, y los lomos de los ejemplares se presentaron ante mis ojos, y después las tapas maravillosas, para luego abrirse y mostrarnos las historias, y laberintos de capítulos sin terminar...
Toqué libros con diseños extraños, sorprendentes, bellos, los toqué, los abrí, leí un poquito de cada uno, y los deseé, lo suficiente como para traerme un par, envueltos, y los demás, en las retinas, bien guardados, esperando la mesa de rebajas...
No hay comentarios:
Publicar un comentario